El contacto regular con la naturaleza, con su fauna y con su flora, no sólo beneficia la salud infantil, sino también la afectividad, la creatividad y el bienestar de niños y niñas. Relacionarse con la naturaleza es un fuerte estímulo cognitivo y psicomotriz del desarrollo infantil y la mejor oportunidad para jugar, explorar los límites del mundo y de uno mismo y reforzar el sentimiento de pertenencia positiva al mundo que le rodea.
La naturaleza es un entorno que refuerza los vínculos afectivos, donde nada está estructurado bajo patrones sexistas o clasistas. Jugar al aire libre en un ambiente natural enseña a compartir y a poner en perspectiva a niños y niñas respecto de su lugar en el mundo y de las ventajas que el mundo natural ofrece al mundo humano.
Experimentar los ciclos y cambios de la naturaleza, de la luz, del aire, del agua y del cielo no sólo es divertido y enriquecedor, también favorece las habilidades cognitivas y tiene un efecto positivo sobre el bienestar emocional y físico, promueve la actividad física, mejora la respiración, previene el sobrepeso, y estimula la psicomotricidad de niños y niñas.