Los niños y las niñas vienen al mundo con un gran potencial para desarrollarse y aprender y los padres y los entornos pueden favorecerlo en la interacción y en las rutinas cotidianas con ellos. Estimular el desarrollo físico y el control del cuerpo, el conocimiento del mundo a través de todos los sentidos (el olfato, la vista, el tacto, el oído…), el juego y la relación práctica con los objetos, favorecer la comunicación y facilitar la exploración de un entorno seguro y una gran variedad de experiencias… todo ello promueve el desarrollo de la inteligencia y el bienestar infantil.
La comunicación es fundamental para el desarrollo infantil. Al principio se realiza mediante gestos y sonidos (gorgojeo y balbuceo) y es importante que los padres respondan a esas manifestaciones, hablándoles y jugando con ellos, lo que fomenta la relación afectiva y estimula el desarrollo de las primeras palabras.
Para impulsar su desarrollo comunicativo, debéis hablar a vuestro bebé desde el principio, mucho antes de que pueda entender lo que le decís. Cread un diálogo con él o ella, como si os entendiera, preguntadle, esperad sus respuestas, siendo sensible siempre a sus gestos, expresiones y vocalizaciones. Con ello vuestro bebé comenzará a aprender que existen unas pautas para comunicarse, con turnos de palabra y donde los gestos y la voz dan información.
Podéis utilizar rutinas en las que vuestro bebé ya conoce qué va a ocurrir, qué tiene que decir o hacer para conseguir una respuesta. Son juegos o conversaciones repetitivas que ayudan al bebé a comprender las reglas de la comunicación y a ir participando en las conversaciones de forma cada vez más activa. Por ejemplo, podéis utilizar juegos como el cu-cu-tras, o frases como “¿para quién es esta patata buena…” o “¿quién te quiere mucho?…” Al actuar así, facilitáis su aprendizaje y fomentáis una relación estrecha con vuestro bebé.
Emplead mucho tiempo en comunicarse con su hijo, incluso cuando es un bebé lactante. Cantadle, imitad sonidos y gestos, hablad con él o ella.
Señalad y nombrad cosas, alentando a que vuestro hijo o hija repita palabras en vez de sólo gestos.
Hablad claro, utilizando el lenguaje de forma sencilla y correcta cuando os dirigís a vuestro bebé, para favorecer la comprensión y el aprendizaje.
Explicad las situaciones cotidianas. Haced participar a vuestro bebé en las rutinas cotidianas del hogar y comentarle, al mismo tiempo, lo que estáis haciendo y por qué. Así aprenderá palabras que corresponden a lo que ve que hacen los demás (por ejemplo, mientras el papá ordena la cocina, le va diciendo a su bebé: “Aquí ponemos los platos y aquí los vasos y así los encontramos luego”).
Reformulad las expresiones incorrectas. Evitad expresiones del tipo “eso no es así” o “así no se dice”. En cambio, simplemente repetid la expresión de forma correcta para que pueda oírla bien pronunciada.
Dad órdenes sencillas de comprender y realizar, como “dame la pelota” o “dile adiós a la abuela”.
Dad tiempo para que el bebé conteste, repitiendo las mismas preguntas de forma rutinaria sólo para que ella o él practique lo que ya sabe. Por ejemplo: “¿Cómo se llama tu muñeco?” No se anticipe a las respuestas aunque el niño tarde en darlas.
Animadle a participar en canciones y rimas que ya conoce, haciendo pausas antes de las últimas palabras para que las complete.
Ved cuentos, hablándole de las cosas nuevas que hay en ellos, preguntándole lo que ya conoce, señalando cada uno de los dibujos de los que se habla. A todos los niños les gustan las buenas historias.
ugad con él. Muchos juegos infantiles facilitan la adquisición de vocabulario. Fomentad juegos de imitación y de interacción en los que el adulto hace algo y el niño debe responder con una palabra o una acción.
Algunos motivos para consultar con su pediatra de referencia serían:
El bebé lactante no vocaliza o no muestra reacciones al sonido.
Con un año no utiliza gestos (decir adios con la mano, señalar un objeto).
Con un año y medio; no imita sonidos, se comunica con gestos mejor que con vocalizaciones, no entiende bien las indicaciones verbales sencillas.
Con más de 2 años: imita, pero no genera lenguaje, palabras o frases espontáneamente, no suele utilizar el lenguaje para pedir o manifestar sus necesidades, no sigue instrucciones simples, le cuesta mucho entender lo que dice, tiene un tono de voz extraño o una pronunciación muy particular.
La Teoría del Distanciamiento nos enseña a ver a la familia como un contexto de aprendizaje, un entorno en el que constantemente los adultos se comunican con sus hijas e hijos y en el que, a través de sus interacciones verbales, les van transmitiendo una manera de analizar y entender el mundo. Así, mientras que unos adultos se dirigen a sus hijos refiriéndose a la realidad tal como ésta se presenta (“Mira, esto es un barco”), otros van algo más allá (“Un barco nos lleva de un sitio a otro por el agua”) y otros incluso realizan un trabajo mayor de elaboración sobre la realidad (“¿En qué se parecen un barco y un tren?”).
La Teoría del Distanciamiento analiza las verbalizaciones de los adultos en función del contenido y en función de su forma. En función del contenido las verbalizaciones se pueden categorizar en: distanciamiento bajo, medio o alto.
Las verbalizaciones de bajo distanciamiento son aquellas que, por ejemplo, etiquetan o describen, en definitiva, que tratan la realidad tal como ésta se presenta, sin añadir ningún proceso de análisis sobre ella. Las verbalizaciones de alto distanciamiento son las que obligan al niño a poner en marcha procesos psicológicos complejos porque consiguen “distanciarse” de la realidad haciendo referencia a asuntos o procesos no directamente perceptibles o, desde luego, no evidentes; así, según Sigel, son ejemplos de verbalizaciones de alto distanciamiento el establecer relaciones causa – efecto, realizar inferencias, formular hipótesis o establecer conclusiones. Por último, las verbalizaciones de distanciamiento medio están a medio camino entre las anteriores; por un lado, parten de la realidad observable pero, por otro y al mismo tiempo, realizan un cierto trabajo de elaboración sobre ella (“Mira, un barco, un coche y un avión: los tres sirven para viajar”); ejemplos de categorías de distanciamiento medio serían las clasificaciones o las comparaciones.
Como decíamos, las verbalizaciones se pueden categorizar en función de su contenido, pero también es relevante su forma. No es lo mismo que sea el adulto quien, por ejemplo, etiquete (“Mira, un barco”) o que pida que sea el niño quien realice este trabajo (“¿Qué es esto?”). Las dos serían, desde el punto de vista del contenido, verbalizaciones de bajo distanciamiento, pero la primera estaría en forma enunciativa y la segunda (más estimuladora) en forma interrogativa.
La Teoría del Distanciamiento predice que las interacciones serán tanto más estimulantes en la medida en que tengan niveles más altos de distanciamiento y formulen más preguntas que planteen retos al niño, retos que le sitúen un poquito más allá de lo que dominaba y era capaz de hacer solo antes.