Los Trastornos de la Conducta Alimentaria son problemas de salud mental caracterizados por un comportamiento patológico frente a la ingesta alimentaria y una obsesión por el control de peso. Son trastornos originados por la interacción de diferentes causas de origen biológico, psicológico, familiar y sociocultural e implican consecuencias negativas tanto para la salud física como mental de la persona, así como para su desenvolvimiento social.
Los más conocidos y frecuentes son la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, pero también existen otros, como el trastorno por atracón, la ortorexia (la obsesión por la comida sana) y la vigorexia (la obsesión por el ejercicio físico).
La anorexia nerviosa se caracteriza por un rechazo a mantener el peso corporal mínimo del considerado normal (un 85%), para las personas de la misma edad y estatura, acompañado de miedo intenso a aumentar de peso o convertirse en obeso y una percepción distorsionada de la propia imagen corporal.
La bulimia nerviosa es la preocupación continua por la comida, con deseos irresistibles de comer, de modo que la persona termina por presentar episodios recurrentes de ingesta voraz (atracones) seguidos de conductas compensatorias inapropiadas como el ayuno, el vómito autoprovocado, el abuso de laxantes, diuréticos u otros fármacos adelgazantes o el ejercicio físico excesivo.
Estos trastornos son más comunes en las mujeres (90- 95%), pero últimamente empiezan a darse casos entre los hombres. Pueden afectar a cualquier edad, pero es en la pubertad y adolescencia cuando aparecen con mayor frecuencia (entre los 12 y 24 años se encuentra la mayor prevalencia), debido al momento vital de cambio y búsqueda de la propia identidad. Se trata de un proceso que puede iniciarse muy sutilmente y pasar desapercibido en un primer momento.
Hay varios cambios que ayudan a detectar la presencia del trastorno, entre los cuales se pueden destacar los siguientes:
En relación con la alimentación: Sentimiento de culpa por haber comido o haber dejado de hacerlo; preferencia por comer a solas, reducción de la cantidad de comida, presencia de atracones en las últimas semanas, sensación de no poder parar de comer, evitación de forma continua de tomar ciertos alimentos (por ejemplo, dulces), consumo de productos bajos en calorías o ricos en fibra, uso de diuréticos y abuso de laxantes, vómitos autoinducidos y dietas restrictivas o ayunos.
En relación con la imagen corporal: Preocupación excesiva por el cuerpo o la figura, consideración de que el aspecto físico tiene mucho valor como medio para conseguir el éxito en cualquier área de la vida, excesiva adhesión a los estereotipos culturales y dependencia a ciertas revistas y sus consejos sobre dieta, peso o figura.
En relación con el ejercicio físico: Práctica de ejercicio físico en exceso y muestra de nerviosismo si no se hace, uso del ejercicio físico para adelgazar.
En relación con el comportamiento: Insatisfacción personal constante, estado depresivo e irritable, cambios de humor frecuentes; disminución de las relaciones sociales con tendencia al aislamiento, aumento aparente de las horas de estudio, dificultad de concentración y visita regular de las páginas web, blogs o chats en los que se hace apología de la delgadez y se dan consejos para adelgazar o purgarse.
El proceso de atención para este tipo de problemas de salud mental se inicia en el Centro de Salud de Atención Primaria, donde profesionales de Medicina de Familia o de Pediatría realizan la valoración correspondiente e indican las primeras pautas de intervención. En determinadas circunstancias, los/las profesionales de Atención Primaria derivarán a las Unidades de Salud Mental Comunitaria para una intervención especializada.
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria son problemas graves pero su evolución puede ser favorable y llegar a remitir totalmente si la persona sigue el tratamiento indicado por parte de los especialistas. Para su tratamiento es indispensable contar con la colaboración de la familia.
El tratamiento es largo y complejo e implica, siempre, rehabilitación nutricional y psicoterapia; en algunas ocasiones puede ser necesario un tratamiento farmacológico. Deben llevarlo a cabo equipos multidisciplinares de profesionales especializados en Medicina de Familia, Pediatría, Psicología Clínica, Psiquiatría, Enfermería, Trabajo Social y Terapia Ocupacional, que puedan atender las complicaciones médicas, psicológicas, sociales y familiares que vayan surgiendo.
Según la gravedad del trastorno, el tratamiento se llevará a cabo de forma ambulatoria o de manera más intensiva en régimen de hospitalización parcial o total.
Aunque la detección precoz es muy importante para evitar que los trastornos alimentarios se agraven y cronifiquen, lo recomendable sería prevenir su aparición y, para ello, es necesario adoptar una serie de medidas desde la infancia:
Enseñar desde pequeños la importancia de seguir unos hábitos saludables: establecer horarios de comida regulares, repartir la comida en cuatro o cinco tomas al día, evitar saltarse las comidas y no picotear entre horas. Es recomendable que madres y padres sean capaces de controlar, al menos, dos comidas de sus hijos/as al día.
La dieta debe ser sana, equilibrada y variada, incluyendo todos los alimentos necesarios, con limitación de dulces y postres industriales y comida rápida. Es fundamental ofrecer verduras y frutas de forma habitual.
El problema de los trastornos de alimentación es psicológico. Por ello, madres y padres deben fomentar la autoestima de sus hijos/as para que descubran sus capacidades y sus limitaciones, las acepten y aprendan a sentirse bien consigo mismo y no descanse su autovaloración en la apariencia física. Esto les reforzará frente a los mensajes sobre estética, cánones de belleza y alimentación (como dietas milagrosas y productos dietéticos) que lanzan algunos medios de comunicación y la publicidad.
Es necesario que exista una adecuada y satisfactoria comunicación dentro del ámbito familiar, para que niños, niñas y adolescentes se sientan seguros y puedan buscar la opinión y ayuda de su propia familia ante situaciones que le resulten difíciles.
Adoptar y mantener unos hábitos saludables en otros aspectos de la vida como el ejercicio físico, el sueño o las actividades de ocio y tiempo libre.
Información elaborada por el Plan Integral de Salud Mental de Andalucía.